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Jardín del Waldorfschule de Aesch
Marco Brutschin y sus estudiantes mantienen la vitalidad de un espacio en donde animales y plantas conviven en armonía
www.steinerschule-birseck.ch

 

Entre un patio escolar y las líneas ferroviarias de Aesch bulle un jardín escolar que reúne hortalizas, frutas, hierbas aromáticas y animales como cabras, cerdos, gansos, gallinas y gatos. Los 5000 m2 del huerto de la escuela Birseck poseen un equilibrio paisajístico propicio para el aprendizaje de la primaria y la secundaria, en donde el cuidado de seres vivientes y el contacto con la densidad de la tierra traen consigo experiencias que empiezan a forjar la personalidad de niños y adolescentes.

Cuidar gallinas, entender sus necesidades e interactuar con ellas forma parte de las lecciones que reciben los estudiantes.

Uno de los cerdos del jardín escolar después de la siesta. Aquí también viven gansos, cabras y gatos.

Marco Brutschin, profesor del curso de huerta, ha logrado plasmar en las lecciones y el acompañamiento a los niños algo más que educación ambiental. Aquí se aprende a superar la inercia (el trabajo en el jardín resulta un verdadero desafío para quienes prefieren el sedentarismo digital sin interrupciones), a centrar la atención gracias al cultivo en tierra firme, y a valorar toda la energía vital que demanda llevarse un plato a la mesa.

 

El contacto manual con el suelo denso en microorganismos ya representa una variante sensorial notoria en tiempos en donde solemos tocar, ante todo, superficies sintéticas. El huerto así se configura como el lugar en el que se da la reconexión con los medios que aseguran nuestra existencia: el alimento, el agua, el compost y el oxígeno.

Marco Brutschin, profesor del curso de huerta en el Waldorf Schule de Aesch, aprovecha su experiencia en India y Sudamérica para exponer variedades de semillas de otras latitudes en beneficio de sus estudiantes y del ecosistema del jardín.

Detrás de estos cercos se ubica la estación de tren de Aesch. En Rosario, Argentina, las vías aledañas al ferrocarril también se aprovechan para el cultivo comunitario de alimentos.

Los niños del quinto y sexto grado cultivan sus propias camillas, cubiertas de lechugas, tomates, zanahoritas, papas, arvejas y paprika. Recién desde el séptimo grado se cosecha para toda la comunidad: del huerto salen insumos para la cafetería escolar o para sesiones de cocina grupal (lo que se cosecha se prepara de forma comunitaria). El trabajo no queda allí: los alumnos de la secundaria apoyan con el cuidado del campo (este huerto escolar cultiva sobre tierra firme), el mantenimiento de las herramientas y, en invierno, con la producción de leña.

Los huertos escolares posibilitan la realización de tareas que integran la actividad física con la cognición y la formación del sentido del “nosotros”: la individuación que empieza a cuajar durante la adolescencia se nutre de actividades que exigen salir de la zona de confort urbana, apreciar la alegría de los cerdos al verse bien cuidados y enlazar dos dimensiones cada vez más distantes en la vida cotidiana: el campo y la ciudad. Marco Brutschin y sus alumnos pueden sentirse satisfechos.

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La presencia de animales en un huerto escolar facilita la comprensión de la sinergia vital entre plantas y fauna en beneficio de la fertilidad del suelo.

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El huerto escolar de la escuela Birseck durante las vacaciones de invierno de 2020. Dos semanas después iniciaría la pandemia del Covid-19.

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Rudolf Steiner Schule Birseck

Apfelseestrasse 1, 4147 Aesch

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