El mapa de Alemania puede reconstruirse a través de sus enclaves agrícolas. Allí donde se respira aroma de bosque, de roble y de avellano –esas atmósferas que tanto inspiraron a Heine y Hölderlin–, también prosperan distintas expresiones de la agricultura biodinámica y bioland, las mismas que acogen biodiversidad y colectivos solidarios e intervienen el espacio rural con pedagogía ambiental desde hace décadas en beneficio de una fertilidad integral del campo.

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Esta documentación expone la diversidad de impulsos –ambientales, alimenticios, culturales– que guían la conformación de un fundo que respeta a las especies y se gestiona de forma multifuncional. Porque el Domäne Dahlem, además de ser un llano que oxigena a Berlín, también hace las veces de museo y de ágora en beneficio de la reconexión entre comensales y productores. El Reyerhof de Stuttgart se rige por la agricultura solidaria y funge de espacio de encuentro para quienes desean reconocer el origen de los insumos que los nutren. El Gut Wulfsdorf de Hamburgo y la Haus Bollheim de Westfalia protegen tradiciones panaderas y queseras guiados por los principios de la biodinámica.

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Con esta serie se evidencian los efectos invisibles de una gestión del campo dedicada a crear entornos sanos. La calidad alimenticia, así, trasciende lo meramente cuantitativo y refleja en un pan integral o un quark la armonía de un paisaje habitado por animales, humanos y seres vegetales. El hecho de que estos espacios sean accesibles y busquen el contacto con los ciudadanos complementa una labor agrícola acuciosa con la transferencia sostenible de saberes y la creación de nodos de consumo solidario.