La urtica: entre la demonización y la divinidad
Desde abonos hasta cosmética, la ortiga posee cualidades que la ubican entre la medicina y el alimento vivo, aún cuando posea fama de mala hierba. En Alemania, Mechtilde Frintrup quiere exponer su riqueza cultural a través de libros, paseos meditativos y textiles hechos a mano
La ortiga se cuenta entre las especies más infravaloradas del mundo botánico, un desprecio que parte del temor hacia el dolor, pero también del recelo frente a una especie percibida como invasora. De todos modos, hasta hace algunos cientos de años, la ortiga sí que poseía renombre herbolario y poblaba tratados orales de medicina, textilería y magia. Algo de esa memoria pudo preservarse y transmitirse gracias a la existencia de tratados como los de la abadesa Hildegarda de Bingen (1098-1179), quien le adjudicaba propiedades medicinales y aconsejaba elaborar pan integral enriquecido con sus hojas y semillas, o el Curso Agrícola (1924) de Rudolf Steiner, obra fundacional de la agricultura biodinámica.
En el espacio de habla alemana, si hay alguien que ha condensado la dimensión nutricional, simbólica y medicinal de la ortiga en texto e imagen, esa es Mechtilde Frintrup. En El libro de la ortiga, la autora explora leyendas germánicas, usos textiles, mitos orientales y el mundo de los símbolos asociados a esta especie que da alimento y remedio sin exigir mayores cuidados. Hojas, tallos, semillas, raíces y flores: toda ella nos aporta vitaminas, minerales, proteínas, fibra (para alimentarnos y para vestirnos), abono y fertilidad.
. Los "alfileres" de la ortiga menor en Siguas, Perú. // Ortiga menor bajo luz de luna. // Cosecha de ortiga bajo las higueras.
La ortiga se emplea también como fortificante capilar, ya sea en shampoo o aguas tónicas
La ortiga como enlazadora de mundos
En 2021, cuando detecté bolsones de ortiga silvestre en el valle de Siguas (Arequipa), inicié un intercambio de correos con Frintrup, quien tuvo la amabilidad de enviarme un ejemplar de su libro, el cual fue una guía inmejorable para comprender la esencia de la urtica: su pertenencia a la familia de las urticáceas, la fisiología de sus bellos punzantes –compuestos de sertonina, histamina y acetilcolina–, sus aportes a la salud capilar y sus beneficios para el sistema inmune.
Pero esa es tan sólo la dimensión física de una planta que también posee riqueza cultural, ya sea como motivo pictórico que sugiere pasión ardiente o anarquía, o por sus apariciones en algunos cuentos de los hermanos Grimm. La clasificación de la ortiga como una especie casi demoniaca en los inicios de la edad moderna –reforzada por la persecución a las brujas en Europa y su prohibición como ingrediente para la cerveza– llegó incluso hasta el tercer milenio, pues en 2006 el gobierno francés cedió a las presiones del lobby de los agrotóxicos y prohibió el purín de ortiga por considerarlo inseguro, veto que se anuló al cabo de cinco años para felicidad de miles de huerteros ecológicos.
Ortiga mayor en el jardín biodinámico del Goetheanum en Dornach, Suiza. // Ortigas dando la bienvenida en un patio también poblado de romero en Tarariras, Uruguay. // Centro Agroecológico y Biodinámico de Rosario, Argentina, en donde la ortiga se emplea para la elaboración de bioinsumos.
Preparados biodinámicos en el Centro Agroecológico de Rosario, ancla de la agroecología urbana impulsada por el gobierno de la ciudad. Uno de ellos se compone de urtica dioica, la ortiga mayor. // Purín de ortiga en una huerta comunitaria de Soriano, Uruguay.
Dicha tradición huertera goza de buena salud en Rosario, Argentina, cuya política de promoción de huertos urbanos ha integrado exitosamente a la ortiga como bioinsumo como parte de su estrategia para moldear la ciudad con huertas agroecológicas. La urtica dioica –la ortiga mayor– fomenta el crecimiento vegetativo y regula la incidencia de enfermedades, además de nutrir el suelo y darle vida a uno de los seis preparados biodinámicos para el compost. Antonio Lattuca, uno de los pioneros de la agricultura urbana en esta urbe situada a orillas del río Paraná, promueve intensamente la formación de huerteras que reconozcan el valor de la urtica.
En algunas partes del Perú, las hojas punzantes de la ortiga se colocan sobre la piel para calmar dolencias musculares y nerviosas, o bien se arma un ramillete y se aplica a manera de latigazo. En Europa, en donde la ortiga mayor es más común, las urtificaciones se llevan a cabo con fines similares, incluso como tratamiento tradicional de la artritis en las manos. Si bien algunos perciben el contacto como una sacudida que moviliza energía y despierta los sentidos, otros pueden sentir incomodidad por varios días en la zona tratada. Por suerte, existen varias plantas silvestres capaces de aliviar el ardor que genera la urtica –el prensado en frío de llantén, cuajaleche o acedera resulta muy eficaz–.
Mechtilde Frintrup durante una caminata de reconocimiento de plantas silvestres en Burgstall, Alemania. La autora vivió en Salta, Argentina.
La urtificación se produce por la presencia de histamina, acetilcisteína, serotonina y formiato de sodio en sus bellos punzantes, compuestos de sílice. 100 nanogramos bastan para desatar el conocido ardor.
Brote de ortiga mayor (urtica dioica) en Burgstall.
Las ortigas de Burgstall
En 2024 visité a Frintrup en Burgstall, un pueblo del sur de Alemania en el cual ella organiza recorridos a pie para reconocer y apreciar la riqueza de hierbas silvestres que suelen pasar inadvertidas en su localidad. “Siempre digo que los usos medicinales de la ortiga son efectivos y variados; además, el abono que nos da es valorado por los huerteros y su versatilidad culinaria se adapta bien a los hábitos de personas citadinas”, sostiene la escritora, quien considera que sobre todo en Europa del Este se ha podido mantener el estatus medicinal de la urtica.
El paseo meditativo activa la atención plena, estimula la creación y marca una reconexión con el entorno directo. “Cuando estoy rodeada de naturaleza y manipulo los materiales que ella me da, me siento más atenta y sensible”, reconoce la artista, quien elabora prendas con la fibra y también papel. “Las hierbas silvestres significan independencia y origen, y en el caso de la ortiga, ella alimenta a los humanos, los animales y las plantas (como abono). Incluso la obtención de fibra textil no es difícil, los niños entienden el significado de una especie silvestre que alimenta y proporciona vestimenta”.
Papel de ortiga elaborado por Frintrup. // Fibra de ortiga para elaborar textiles. // "El libro de la ortiga" sobre una higuera antigua.
Los montes que rodean Burgstall se componen de ortiga, milenrama, diente de león, llantén, artemisa, ulmaria, valeriana y cientos de especies que asoman en prados, orillas y bosques y marcan la memoria herbolaria del sur de Alemania. Antes de abandonar el pueblo, Frintrup tuvo la gentileza de mostrarme la biodiversidad que acompaña cada paseo matinal en este enclave medicinal y silvestre, recorrido que culminó con la cosecha de algunos brotes de ortiga y el obsequio de objetos como hilos, telares, papel y tallos secos de ortiga para extraer fibra.
Alimentos con historia
Frintrup ha podido recolectar recetas como la sal marina mezclada con semillas pulverizadas de ortiga, pasteles integrales rellenos de sus hojas trituradas, guisos con vegetales y salsas al estilo pesto. Toda una versatilidad culinaria gracias a una especie que se multiplica en pocos meses. En Perú, el pan de higo con ortiga seca ha sido bien recibido por personas que buscan un alimento rico en hierro. Incluso el horneado de pan integral con extracto de ortiga demuestra que la panificación y la repostería pueden aprovechar la vitalidad de una hierba silvestre.
Ortiga y culinaria. 1) Pan de higo con hojas de ortiga seca. 2) "Pinxtos" de anchoveta marinada, higos secos, pesto de ortiga y pan integral. 3) Spätzle de trigo integral con extracto de ortiga. 4) Pan integral con hojas de ortiga. Seca, cocinada o aplanada pierde su carácter urticante y puede consumirse sin problemas.
Una merienda sencilla, histórica y nutritiva se compone de anchovetas marinadas a la manera mediterránea (con vinagre y aceite de oliva), higos secos, un poco de pan integral y ortiga seca espolvoreada o convertida en una especie de chimichurri. Otro uso sencillo es la elaboración de un licuado con limón, jengibre y hojas tiernas de ortiga (urens o dioica). Si se tiene paciencia, se puede elaborar el jarabe de higo seco –una decocción que toma seis horas a fuego bajo– y, casi al final, añadir un pequeño ramillete de ortiga.
La obra de Frintrup se complementa en su propia página web, con entradas sobre seminarios, meditación en la naturaleza, y arte (sobre todo ilustraciones) que representan la energía sutil que posee la ortiga. Si bien aún sólo existe la edición alemana, la envergadura de esta obra merece una pronta traducción, logro que sería muy bien recibido por quienes profesan cariño y respeto por la aguerrida urtica.